¿Quién está más nervioso?

El pulso por la Liga cada jornada nos depara nuevas sensaciones y, sobre todo, muchas polémicas impulsadas, en gran medida, por los periodistas afines a ambos equipos. Barcelona y Real Madrid parecen los más firmes candidatos para llevarse el trofeo por la irregularidad de sus perseguidores, Sevilla y Valencia . El equipo catalán tiene una ventaja de dos puntos sobre el Madrid, que es segundo, y la rivalidad se hace especialmente cruda. Los madridistas intentan desestabilizar al entorno culé con mensajes de nerviosismo, mientras que los jugadores blaugranas se toman estas declaraciones con cierta sorna. Robinho se queja de los árbitros (¿alguien lo comprende?) y Jorquera y Ezquerro bromean en rueda de prensa.

El nuevo lío se ha formado con la designación del estadio que acogerá la final de la Copa del Rey, el Santiago Bernabéu. Parece que esta decisión no ha sentado nada bien en el entorno blanco, que se toman esta decisión como una provocación. En el partido contra el Sevilla ya se vieron algunas pancartas (supuestamente colgadas por los aficionados, pero que siempre se han relacionado con la directiva) que apuntaban en esta dirección, con lemas como ''El Bernabéu no es de la Federación, final de copa en el Calderón''. Además, esta mañana Salgado ha dejado clara la postura del vestuario merengue: "Jugar la final de Copa en el Bernabéu es una provocación".


A la mayoría del mundo del fútbol nos parece una locura la postura de los madridistas. Las salidas de tono de sus jugadores no tienen justificación alguna. Por fin este año la Copa del Rey ha sido tomada más en serio por los equipos grandes, lo que ha dado lugar a la final más bonita en mucho tiempo: Sevilla-Barcelona. No hay mejor lugar en España para que se juegue la final que no sea el coliseo blanco, el Santiago Bernabéu, el estadio más colosal del fútbol español. Tiene una capacidad de más de 80.000 espectadores (sólo superado en España por el Camp Nou), se encuentra en un punto intermedio de las ciudades finalistas y está al nivel que esa final exige. Sin embargo, la actitud de los madridistas es una pataleta que esconde el profundo nerviosismo que les supone otro año más sin títulos.